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Un parto difícil

In Uncategorized on 23/06/2012 at 5:41 pm

El renacimiento de Egipto, de Mahmud Mojtar

“Si eres un periodista en El Cairo, has envejecido diez años en los últimos dieciocho meses” (@Cairo67Unedited).

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El día después

In Cairotades on 11/10/2011 at 11:27 am

Toda noticia gorda tiene un día después. Cuando la noticia llega a la redacción, suelen sucederse la sorpresa, el desconcierto y el caos; pero la cobertura del día después suele ser de manual.

Quienes estuvieron en Nueva York el 11 de septiembre de 2001 cuentan que les ayudó a superar el trauma el poder estructurar la enormidad de lo que había pasado en un titular y párrafos con frases que comenzaban por mayúscula y terminaban en punto.

El día después de la muerte de decenas de personas en los enfrentamientos en Maspero, el edificio de la radiotelevisión egipcia, la cobertura estaba cantada: visita al Hospital Copto, donde están ingresados la mayoría de los más de 300 heridos, e incursión a la catedral en Abasseya, donde por la tarde se celebró un funeral multitudinario.

Con la orden clarísima de salir por patas al primer signo de la presencia de ‘baltagueya -los matones que, armados con palos y cuchillos, hicieron estragos la víspera en Maspero-, Belén y yo nos fuimos derechas al Hospital Copto.

El de ayer no fue mi primer día después, pero lo que vi en el hospital me heló la sangre. A las puertas del centro médico se arremolinaban decenas de manifestantes alzando cruces de madera y pidiendo la caída del mariscal Husein Tantaui, el jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. “Con nuestra sangre, con nuestra alma, defenderemos la cruz”, gritaban.

En el interior del hospital el panorama era desolador. Mujeres mayores –madres, tías, abuelas- vestidas de negro esperaban a que aparecieran los ataúdes vacíos etiquetados con el nombre de cada uno de los 17 coptos cuyos cuerpos estaban todavía en la morgue.

Los gritos desesperados de unas se confundían con el lamento agotado de otras y al caminar entre ellas uno no sabía qué era peor, si eso o el silencio de las que permanecían apartadas con la espalda contra la pared y la mirada perdida en el vacío.

Las lágrimas en los ojos de los hombres, los sollozos ahogados contra el hombro de un compañero, de un padre o de un hermano. El susto en la mirada de los más jóvenes, a quienes un solo instante arrancó de golpe un amigo y la convicción pueril de que la vida es para siempre.

Deambulando por el hospital con un nudo en la garganta, los ojos abiertos de par en par y el corazón encogido, se me antojó mucho más fácil ponerme a abrazar a la gente y velar los ataúdes vacíos que sacar la grabadora y la cámara. Cuando Belén y yo lo hicimos, la tragedia se convirtió en la noticia y descubrimos que la gente tenía ganas de hablar.

Ayer los coptos querían contar que tanques del Ejército habían arrollado a sus seres queridos, que los ‘baltagueya’ les habían acuchillado y que lo que contaba la televisión pública no era verdad. Que no era verdad que ellos fueran armados con armas de fuego y cóctels molotov, que les atacaron y que ellos no comenzaron la refriega.

La verdad, como siempre en este oficio y más cuando se practica en Egipto, se esconde en un tarro de cristal empañado y, por más que uno pegue el ojo, el interior nunca se ve con claridad.

que compañeros periodistas que estuvieron en Maspero la noche del domingo se vieron rodeados por una multitud amenazante armada con palos y cuchillos que no pertenecía a los manifestantes coptos. que escaparon gracias a los mismos manifestantes, que trazaron un cordón de seguridad a su alrededor arriesgando así su propia integridad. que hay heridos con las piernas destrozadas porque una tanqueta les pasó por encima. que hay vídeos de esto que la televisión pública evitó transmitir a pesar de que sus cámaras se encontraban en el edificio ante el que se manifestaban los coptos. que hay familias que miran desoladas los cadáveres destrozados de sus seres queridos y claman al cielo porque la autopsia dice que fallecieron de un ataque al corazón. que hay gente en Twitter que dice que el Ejército lanzó cadáveres al Nilo. que a la iglesia copta le conviene inflar el número de víctimas y por eso nadie sabe seguro cuántos murieron la noche del domingo.

Sé todo esto y sigo tan perdida como el resto de las veces que pasan este tipo de cosas en Egipto. No tengo ni idea de qué, ni para qué, ni quién, ni porqué ahora. Pobre Egipto.